Durante la intervención de clausura, el
cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, recordó que la
resolución de las crisis llega cuando “uno se coloca en el orden
trascendente que está en la base de la explicación del mundo, del hombre y
de la historia” y poniendo la vista en lo esencial, en lo que dota de
sentido último a la existencia: “Las crisis nunca se resuelven contra Dios”,
dijo. Y reivindicó el imperativo democrático de reconocer las verdades
fundantes y “previas desde el punto de vista del bien común” que anteceden a
la “formación de las mayorías”. Uno de esos fundamentos anteriores es el del
derecho a la vida y a él ha hecho referencia para decir que una sociedad no
puede considerarse verdaderamente democrática si tal derecho no está
debidamente reconocido o garantizado Acompañaron al cardenal Rouco en la
clausura el presidente de la ACdP y de la Fundación Universitaria San Pablo
CEU, Carlos Romero, el obispo auxiliar de Madrid, Fidel Herráez, el director
general de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, Raúl Mayoral, y el
director del Congreso Católicos y Vida Pública, Rafael Ortega Luego se dio a
conocer un manifiesto que postó por un "laicado católico comprometido,
articulado y bien formado que sea voz de la Iglesia en el debate público
cuando se traten cuestiones decisivas para el futuro de la sociedad".
Para ello, se destacó la importancia de
la familia, "célula primordial y vital de la sociedad, que debe ser
protagonista activa de su propio crecimiento y participación en la vida
social. En este sentido consideramos una necesidad social, e incluso
económica, ofrecer a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y
del matrimonio entre hombre y mujer".
En cuanto a los políticos, se les pide
"compromiso y dedicación a la consecución del bien común, que exige tanto la
preparación profesional como verdadero rigor moral": "A los católicos que
libremente deciden dedicarse a la realización de ese bien común mediante el
compromiso político", añade el manifiesto, "les pedimos, además, coherencia
con la fe profesada a la hora de aprobar o rechazar diversas propuestas
legislativas y coraje para dar testimonio de su fe en la vida pública".
El manifiesto rechaza "la concepción
relativista y positivista de naturaleza y razón que hoy impregna la cultura
occidental", y en el ámbito económico se rechaza el "capitalismo financiero
que se ha impuesto en la economía occidental, basado en la especulación y el
consumismo irracional", al tiempo que defiende "la economía de mercado,
herencia del humanismo cristiano medieval y moderno".
Los congresistas concluyen proponiendo
"una nueva evangelización de la sociedad, la economía y la política,
cimentada en la alegría y la esperanza cristiana, será capaz de redescubrir
los valores sobre los cuales construir el futuro de las nuevas
generaciones".
Manifiesto del XIVº Congreso Católicos y
Vida Pública
El espíritu que nos ha guiado en la
organización y ejecución de este Congreso ha sido el expresado
reiteradamente por Su Santidad Benedicto XVI que, en línea con sus
predecesores, no cesa de insistir en la necesidad que hoy existe de un
laicado católico comprometido, articulado y bien formado, que sea voz de la
Iglesia en el debate publico cuando se traten cuestiones decisivas para el
futuro de la sociedad.
El deseo y determinación del Sumo
Pontífice de hacer coincidir en el tiempo con el quincuagésimo aniversario
de la apertura del Concilio Vaticano II, el comienzo del Año de la Fe y el
desarrollo del Sínodo de los Obispos sobre La nueva evangelización para la
transmisión de la fe cristiana, nos mueve, como fieles hijos de la Iglesia
Católica, a llevar a cabo un serio ejercicio de discernimiento sobre los
nuevos escenarios de carácter social, económico, cultural, político y
religioso que han surgido en las últimas décadas, con objeto de
transformarlos en lugares de propuesta de anuncio y testimonio de la
doctrina cristiana.
El Congreso que hoy concluye forma parte
de ese proceso de discernimiento, tras el cual afirmamos lo siguiente:
Primero: A los cincuenta años del
Concilio Vaticano II, los textos de los Padres conciliares no solo mantienen
su valor y esplendor, como ya dijo en su momento el beato Juan Pablo II,
sino que leídos e interiorizados dentro del Magisterio de la Iglesia, y a la
luz del Espíritu Santo, son una brújula segura para orientarnos en nuestra
vida de cristianos.
Segundo: La Nueva Evangelización,
a la cual urge Benedicto XVI, nos estimula a profundizar en el análisis de
la responsabilidad que como laicos tenemos a la hora de “redescubrir la
alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe”
(Carta PORTA FIDEI nº 7) lo cual supone para nosotros los creyentes un mayor
esfuerzo de coherencia en el vivir y transmitir la fe que profesamos.
Tercero: Somos conscientes de que
nuestra vocación de laicos es única para llevar la fe a todas las realidades
de la sociedad. En primer lugar a la familia, célula primordial y vital de
la sociedad, que debe ser protagonista activa de su propio crecimiento y
participación en la vida social. En este sentido consideramos una necesidad
social, e incluso económica, ofrecer a las nuevas generaciones la hermosura
de la familia y del matrimonio entre hombre y mujer, que es signo verdadero
y real de amor y coparticipación, capaz de dar esperanza porque está abierta
a la vida.
Cuarto: Demandamos de quienes
están dedicados al noble arte de la política su compromiso y dedicación a la
consecución del bien común, que exige tanto la preparación profesional como
verdadero rigor moral. A los católicos, que libremente deciden dedicarse a
la realización de ese bien común mediante el compromiso político les
pedimos, además, coherencia con la fe profesada a la hora de aprobar o
rechazar diversas propuestas legislativas y coraje para dar testimonio de su
fe en la vida pública.
Quinto: Rechazamos la concepción
relativista y positivista de naturaleza y razón que hoy impregna la cultura
occidental, donde prima el aspecto funcional, y que relega todas las demás
realidades culturales a la condición de subculturas. Esta visión de la
realidad es una amenaza para el ser humano en su propia naturaleza, la cual
él mismo debe respetar y no manipular a su antojo.
Sexto: Frente al capitalismo
financiero que se ha impuesto en la economía occidental, basado en la
especulación y el consumismo irracional, y que tan negativamente esta
afectando a la vida de las personas, sobre todo los más necesitados,
defendemos la economía de mercado, herencia del humanismo cristiano medieval
y moderno, que considera al hombre en su integridad como autor, centro y fin
de la vida económico-social
Séptimo: La experiencia que la
Fundación Universitaria San Pablo CEU tiene en el ámbito de la enseñanza a
través de sus universidades, colegios y otros centros, nos permite percibir
por un lado las inquietudes y frustraciones de la juventud, y por otro su
enorme deseo de tener auténticos maestros que con su saber, actitud y
testimonio les ayuden en la búsqueda de la verdad. Defendemos una educación
donde a la necesaria formación profesional se una la preocupación por la
persona, y donde la fe y la cultura convivan como realidades
indisolublemente unidas, convencidos como estamos de que la fe es fermento
de cultura y luz para la inteligencia.
Finalmente, frente a los agoreros, los
que piensan que no hay soluciones, y sobre los cuales ya previno el Papa
Juan XXIII en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II, proclamamos
nuestra confianza en el propio ser humano que, mediante una nueva
evangelización de la sociedad, la economía y la política, cimentada en la
alegría y la esperanza cristiana, será capaz de redescubrir los valores
sobre los cuales construir el futuro de las nuevas generaciones.
Como María Inmaculada, queremos tener
nuestra mirada fija en Jesucristo. En Él encuentra su pleno cumplimiento
todo afán y todo anhelo del corazón humano; con Él nos comprometemos a
redescubrir el camino de la fe y el impulso evangelizador. Nos encomendamos
también a San Pablo, pues necesitamos un vigoroso espíritu apostólico para
anunciar a cuantos nos sea posible la alegría de la Resurrección de la que
él fue testigo fiel. Acogemos las propuestas pastorales de nuestros
respectivos obispos y nos comprometemos a trabajar decididamente en su
desarrollo.
Aquí y ahora. Ya. |